Catalogo Mares Verticales_Iratxe Caño

mARES VERTICALES

Nuestros paisajes interiores van conformando una geografía vital sólo visible a través de los ojos del “alma”. El mar, los mares, como horizonte que marca una búsqueda continua y que surge en mis pinturas a través de la abstracción de los colores, reflejos y formas siempre cambiantes del agua, en un intento de atrapar su fugacidad y la belleza de lo efímero … pero a la vez eterno.

mARS VERTICALS

Els nostres paisatges interiors van conformant una geografia vital només visibles a través dels ulls de “l´ànima”. El mar, els mars, com a horitzó que marca una recerca continua i que sorgeix en les meves pintures mitjançant l’abstracció dels colors, reflexos i formes sempre canviants de l’aigua, en un intent d’atrapar la seva fugacitat i la bellesa d’allò efímer…però etern alhora.

VERTICAL SEAS

Our internal landscapes give shape to a living geography visible only to the eyes of the “soul”. The Sea, the Seas, as horizon marking a constant searching, emerge in my paintings through the ever changing abstraction of the colours, reflections and shapes of the water, in an attempt to catch its fleetingness and the beauty of the ephemeral…but at once eternal.

 

Agenda_Museu d'Art_2018_1r_trimestre

 

 

Geografías de la intimidad

El Mar, la Mar: el de cualquiera, la de pueblos enteros. Del lobo de mar solitario a las huestes de navegantes, él o ella mece con el vaivén de las olas y la contundencia de las mareas tanto el silencio humano como su griterío civilizador. Bajo el influjo de los sueños lunares que siempre quedan por hacer, al mismo tiempo es el escenario de largas historias ya escritas, en movimiento hasta cuando ofrece el espejismo de la calma, en su alma líquida late la tensión entre todos los contrarios. Iratxe Caño Esteban asume las paradojas -las únicas afirmaciones que pueden aceptar los poetas- y allá donde la larga tradición de pintores del Mar y de la Mar extienden composiciones horizontales que riman con el horizonte, la pintora nacida a la orilla del Cantábrico y establecida a la de la Mediterránea opta por las verticales. Así, Mares Verticales lanza una invitación que tiene mucho de desafío: acostumbrados a la seguridad de las formas, cuando se trata de fluidos nos contentamos nada más con la que nos ofrece el contenedor. El contenedor del Mar, de la Mar, sin embargo, no son un puñado de rocas emergidas -originariamente, por cierto, también parte de un mar magmático y primigenio-, sino la mirada: la suya, la tuya, la nuestra. Mirémoslo, entonces, mirémosla y nos daremos cuenta de que siempre, verde, gris, negra, azul, nada más es un inmenso, movedizo, espumoso autorretrato hecho de oscuros abismos insondables y superficies enjoyadas con reflejos infinitos.

Pere Parramon, profesor y crítico de arte

 

 

Geografies de la intimitat

El Mar, la Mar: el de qualsevol, la de pobles sencers. Del llop de mar solitari a les hosts de navegants, ell o ella bressola amb l’enjòlit de les onades i la contundència de les marees tant el silenci humà com la seva cridòria civilitzadora. Sota l’influx dels somnis lunars que sempre són per fer, alhora és l’escenari de llargues històries ja escrites, en moviment fins i tot quan ofereix el miratge de la calma, en la seva ànima líquida batega la tensió entre tots els contraris. Iratxe Caño Esteban n’entoma les paradoxes –les úniques afirmacions que poden acceptar els poetes– i allà on la llarga tradició de pintors del Mar i de la Mar estenen composicions horitzontals que rimen amb l’horitzó, la pintora nascuda a la riba del Cantàbric i establerta a la de la Mediterrània opta per les verticals. Així, Mares verticales llança una invitació que té molt de desafiament: acostumats a la seguretat de les formes, quan es tracta de fluids ens acontentem només amb la que ens ofereixi el contenidor. El contenidor del Mar, de la Mar, però, no són un grapat de roques emergides –originàriament, per cert, també part d’un mar magmàtic i primigeni–, sinó la mirada; la seva, la teva, la nostra. Mirem-lo, doncs, mirem-la i ens adonarem que sempre, verd, grisa, negre, blava, només és un immens, movedís, escumós autoretrat fet d’obscurs  abissos insondables i superfícies enjoiades amb reflexos infinits.

Pere Parramon, professor i crític d’art

 

Intimate Geographies

The Sea, the Seas: belonging to anyone, to entire peoples. From lone sea dog to seafaring hosts, the Sea’s rolling waves and mighty tides rock human silence and civilising clamour alike. Beneath the influence of lunar dreams forever unfulfilled, yet also the scene of long, already written tales, in perpetual movement even when proferring a mirage of calm, its liquid soul beats with the tension of contradictions. Iratxe Caño Esteban embraces the paradoxical – the only affirmation poets can acknowledge – and where the long tradition of painters of the Sea and the Seas offer horizontal compositions that rhyme with the horizon, the painter born on Cantabrian shores and settled on those of the  Mediterranean has chosen vertical perspectives. Thus Vertical Seas presents an invitation brimming with challenge: used to the safety of shapes, in the realm of fluids we are gratified only by what contains them.  Yet what contains the Sea, the Seas, is not a handful of rocks risen to the surface – in origin, by the bye, also part of a magmatic and primitive sea-, but vision: theirs, yours, ours. Let’s look at it, then, let’s really look at it and we’ll see that it’s always, whether green, grey, black or blue, simply an immense, shifting, sparkling self-portrait made of dark, unfathomable chasms and surfaces bejewelled with infinite reflections.

Pere Parramon, professor and art critic

 

 

Presentación de la exposición Mares Verticales, por Pere Parramon

La primera vez que vi estos mares de Iratxe Caño Esteban estuve unos cuantos días sin poder quitarme de la cabeza una canción del grupo portugués Madredeus. “O mar” [“El mar”], se titula, y se pregunta sobre cómo representar el mar:


Não é nenhum poema

O que vos vou dizer

Nem sei se vale a pena

Tentar-vos descrever

O mar, o mar


E eu aqui fui ficando

Só para o poder ver

E fui envelhecendo

Sem nunca o perceber

O mar, o mar

En O Espírito da Paz (1994).


«No sé si vale la pena / tratar de describir / el mar, el mar», podríamos traducir. Representar el mar es tan complejo que los artistas que lo intentan tienen algo de heroico. Sólo se consigue a través de los reflejos que la luz arranca de su superficie siempre en movimiento. Por lo tanto, el pintor, la pintora que se atreva a abordar un tema tan difícil como éste, tiene que estar dispuesto a empujar sus pinceles buscando dos claves: el reflejo y el movimiento. La tarea es sumamente ardua. En primer lugar, porque los reflejos no son meros objetos con una forma definida y cerrada, sino efectos de la luz al cambiar de dirección cuya forma y color dependen de muchos factores distintos. En segundo lugar, porque en un cuadro las pinceladas sólo son móviles una vez gracias al impulso de la decisión del artista y mientras la pintura corre húmeda y viscosa; al secarse, todo se inmoviliza, se endurece en una suerte de silencio electrificado, de manera que el movimiento literal debe ser substituido por el de la representación, el de la impresión, el de la ilusión.



Iratxe pinta mares desde los reflejos y desde el movimiento. Y gracias a las decisiones que toma con cada color y con cada pincelada, con cada impresión cromática y con cada impresión gráfica, y gracias a una técnica depurada, meditada, ponderada, consigue que acontezcan los reflejos y el movimiento. Y esto tiene un gran mérito. Eso sí, hay que decirlo todo, es un mérito que no sorprende cuando se contemplan los cuadros que ya pintaba de muy, muy jovencita –esa es una de las grandezas del talento, que cuando se trabaja, siempre va de la mano con el mérito–. Sin embargo, este mérito todavía es mucho mayor, porque los reflejos y el movimiento de estos mares verticales que disfrutamos y celebramos hoy aquí, en esta exposición que se presenta en el Local dels Amics Museu d’Art de Girona, no son sólo los reflejos y el movimiento que vemos con los ojos.

Permítame que lea un fragmento de la novela Amor duro (1998), de Gudbergur Bergsson, un escritor que, como buen islandés descendiente de vikingos, entiende muy bien la profundidad de los reflejos y del movimiento del mar. Imaginemos: un hombre mira el mar desde un colegio y comparte con nosotros sus reflexiones:


Recuerdo ahora que ese mismo día, a primera hora de la tarde, fui al almacén de materiales del segundo piso del colegio, lo sereno que estaba el azul del cielo sobre la bahía, y supe que en ese instante, mientras miraba por la ventana, el espectáculo brotaba más de mi propio estado de ánimo, de mis sentimientos y mi ansia, que del mar mismo.

Por supuesto. El mar no solo refleja la luz. También nos refleja nosotros mismos. Por eso nos fascina y nos repele a la vez, de ahí que lo amemos y lo temamos, por eso cuando paseamos por sus orillas, sus playas o sus acantilados más bien paseamos por nosotros mismos en un ejercicio de peripatética introspección. Esos somos, pues, esas figuras que siempre pequeñitas, como corresponde al ser humano ante la inmensidad del mar –al menos, según los cánones heredados del Romanticismo–, se buscan en los reflejos de la luz del mar.

Y el movimiento. Resulta meritorio, como decíamos, representar las olas, las mareas, las corrientes marinas, los movimientos de un mundo líquido que jamás conoce una calma real. Del mismo modo sucede con el arte: cuando un cuadro nos atrapa –cuando nos cautiva una de las piezas que tenemos alrededor en esta exposición, pongamos por caso– el tiempo queda suspendido, todo alrededor se paraliza… y al mismo tiempo, en nuestro interior, bajo la superficie, mucho se pone en movimiento. Por eso es maravilloso que a la hora de retratar el mar Iratxe Caño Esteban evite el clásico formato apaisado de la calma, de la pausa y el silencio, y, en cambio, opte por un insólito formato vertical del movimiento, de la acción, del bullicio. Un formato vertical como el de las pinturas japonesas de esa cultura que sabe tanto sobre cómo se tocan los extremos de la calma y el movimiento. Decía Yasunari Kawabata en la novela Lo bello y lo triste (1964): «El tiempo corre de la misma manera para todos los seres humanos, pero todo ser humano flota de distinta manera en el tiempo».

Efectivamente, Iratxe pinta reflejos y movimiento porque, como artista, mira con los ojos abiertos… pero también con los ojos cerrados. De sus manos brotan los frutos del saber, pero también los de la intuición. Iratxe acepta lo visible y lo invisible. El mismo mar es  una mezcla transparencias y opacidades, de cercanías y lejanías, de enigmas resolubles y misterios irresolubles; dice Pere Calders en Ronda Naval sota la boira [Ronda naval bajo la niebla] (1966): «El mar és com és, un gran amic enigmàtic de caràcter desigual. Moltes de les seves coses, no és necessari entendre-les» [«El mar es como es, un gran amigo enigmático de carácter desigual. Muchas de sus cosas, no es necesario entenderlas»]. Por eso nos emocionan los cuadros de Iratxe Caño Esteban. Por eso no da miedo perderse en sus horizontes sin fin o en sus profundidades, tan hondas como la propia naturaleza. Y como la propia poesía; proclama el poeta italiano Giacomo Leopardi en “L’infinito” [“El infinito”] (1826): «e il naufragar m’è dolce in questo mare» [«y naufragar me es dulce en este mar»].

Pere Parramon

Girona, 2 febrero 2018

 

Exposición iratxeCaño AmdA