De cómo el arte puede transformar la mirada. Reflejo ampliado de mi proceso artístico.
MALAMUJER. Lo previo
Concepto sustantivado hasta adquirir categoría propia. Dícese de la mujer que no cumple con las normas establecidas. Atreviéndose a ser ella misma, poderosa y bella por auténtica, no esconde sus propios deseos. Debido a ello, Medusa fue castigada a perder su cabeza. Cortada, como no, por el macho-héroe de turno, que incluso al principio nos caía bien porque era un “mandado” de los dioses (léase cultura social hegemónica). En tiempos ancestrales encarnación de la sexualidad y la madre Tierra, la transformaron en un monstruo con serpientes en lugar de cabellos. Si te atrevías a mirar sus hermosos ojos, acababas convertido en piedra.
¡MÍRAME, MÍRATE! Imperativo para el presente
Este cuadro no iba a ser una medusa, pero tampoco existe ya el temor a mirarla. Atreverse, es mirarnos a nosotros mismos. Nuestro cuerpo negado, nuestros miedos disimulados y sus “ojos-espejo”, como el mar en el que nada. Surgió de un camino incierto. Pinceladas matéricas que amenazaban con hundir ese personaje del cual solo veía su sombra. Al que había situado en el límite del lienzo, entre el agua y la superficie…Tan al límite que no podía respirar. Abandonada ella, petrificada yo por temor al fracaso. Mirarla fue el camino, descubrir su sonrisa y abrazarla… aunque pique.
SUBVERSIÓN. Acción para el futuro
¡Arriesgarse a ser, y ver al otro en su propio “ser” es la revolución! Trastocar aquello establecido, los adoctrinamientos de las interpretaciones moralistas e interesadas. Nada tiene una sola lectura. Mucho menos las personas. Los monstruos y los héroes no son tan diferentes en el espejo. Las medusas son contradictorias, las míticas y las marinas. Petrifican, pican, pero son bellas y algunas inmortales (¡la ciencia lo demostró en el 2022!). Sumergirse y mirar, el miedo existe, pero el arte también. Abrir nuestra mente. ¿Dónde están las puertas? Un poeta contestará: “en todos los sitios… e incluso donde nunca han existido”.